Bailando con Ángela Becerra

“Hemos perdido la capacidad de asombrarnos frente a la vida”

 

Después de conocer a Ángela, estoy segura de que nadie como ella podría haber escrito una novela protagonizada por una de las primeras huelguistas femeninas en la historia con la sensibilidad requerida. Nadie como una persona comprometida con el nuevo feminismo, “el antiguo, aquel que renunció a la feminidad repitiendo comportamientos masculinos, es rancio”, la educación de sus hijas, “mi familia siempre ha sido mi prioridad, tengo un orden de valores del cual me siento muy orgullosa”, y su matrimonio con el también expublicista y escritor Joaquín Lorente, a quien está unida de una manera palpitante, se intuye esa lazada invisible, formando un compacto nudo entre ambos. Una mujer completa y de éxito, es la segunda escritora más leída en Colombia, su país natal, después de Gabriel García Márquez, resuelta a augurar, pese a ello, carece de ego, que el día que deje de escribir, nadie se acordará de ella.

 

¿Qué es el éxito? El éxito es una falacia, una mentira total. Si te dedicas a este oficio, el día que dejas de escribir, caes en el olvido.

¿Qué te ha aportado la escritura? Primos que no conozco, colegios a los que no he ido nunca, amigos. Con respecto a estos últimos, cuando dejé la vicepresidencia creativa de una importante agencia de publicidad, curiosamente muchos de ellos desaparecieron. ¿Dónde estaban aquellos fotógrafos a los que solía encargar campañas, los realizadores de los spots a quienes contrataba? 

Y te dedicaste a escribir. Al principio no sabía que hacer con mi tiempo, que se estiraba por las largas horas desocupadas. Fue una época de aprendizaje y de ruptura total en la que viajé a la India para convertirme en otra persona. Aprendí la lentitud, a sentir mi cuerpo, a estar en conectada conmigo.

La escritura también te permite conectar con otras realidades. La vida cotidiana es una repetición de días. Cuando te metes en la escritura, viajas, creas personajes, investigas.

 

El mural con recortes fotográficos de los diferentes personajes históricos que aparecen en la última novela de Ángela Becerra, supuso una importante herramienta de trabajo.

 

“No podemos renunciar al cerebro femenino”

 

 

Aunque vive en Sant Cugat, la escritora colombiana suele viajar a menudo a su país. Comprometida con el nuevo feminismo, “no hay marcha atrás”, asegura, su último viaje fue con motivo del Foro Internacional sobre la Equidad de Género. “El futuro tiene que estar más equilibrado. No podemos renunciar al 52% de los cerebros femeninos que hay en el mundo, de su capacidad organizativa, a la vez que hay que comprometerse en una educación real para que los hombres expresen más sus emociones. Debemos acabar con los estigmas”.

 

Algún día, hoy, trata sobre la desigualdad de género y las diferencias entre clases sociales de la Colombia de los años 20.

 

En mitad de esta entrevista, Ángela se ausenta brevemente para regresar con lo que fue el embrión de su novela, Algún día, hoy. Un privilegio descubrir el mural de recortes fotográficos que le sirvió de guía durante seis años, no exento de los efectos del paso del tiempo, que lo hace aun más precioso, el origen del que le ha valido el Premio Fernando Lara de Novela 2019, a partir del cual la escritora te transporta de la mano de Betsabé Espinal, la protagonista, a la Colombia de los años 20. 

 

¿Cómo era Betsabé Espinal? Una figura femenina potente, fuerte, no sometida. Quise sacar a la luz a una mujer importantísima que fue olvidada por la sociedad. El reto consistió en trabajar sobre un personaje histórico, sin escribir una biografía. 

¿Qué descubriste? La injusticia de la desigualdad de género y las diferencias entre las clases sociales. Que el sometimiento de la mujer era idéntico en ciudadanas de primera y de segunda. En el primer caso, las mujeres tenían la condición de florero y en el segundo las utilizaban para explotarlas. 

¿Fuiste fiel a los hechos o creaste un mundo imaginario, como sueles hacer en tus novelas? Betsabé Espinal nació en el poblado de Bello, donde trabajó en la Fábrica de Tejidos, encabezando con los años la primera huelga femenina de la historia de Latinoamérica. Sin embargo, la trasladé a Medellín, precisamente para poder explicar esos contrastes entre la riqueza y la pobreza de la época. Se trata de una fabulación muy sustentada gracias al previo trabajo de documentación que hice a lo largo del primer año.

 

“El tiempo es oro. Si un libro no me gusta, dejo de leer”

 

 

¿Cómo introduces el idealismo mágico al lector? La alegría, la tristeza, todas las emociones se presentan para que el lector las experimente a través de los personajes. Esa es la magia, conseguir que se sumerja en la historia y no pueda salir del mundo creado.

Experimentar a través de la lectura. Hemos perdido nuestra capacidad de asombrarnos frente a la vida. El ajetreo, la cultura de la inmediatez, adormece los sentidos. En mis novelas, la lluvia huele, el pan tiene sabor, se reconoce el sonido de los pájaros. Crecí entre mangos y ríos, en medio de un bosque, jugando con piedras y renacuajos, en comunión con la naturaleza. Esas son las raíces con las que me he levantado, mi bagaje, uno de los tesoros que llevo en mi maleta.

¿Al escribir conectas con tu infancia? Me reencuentro con la parte niña que hay en mí. Y cuando escribo, oigo música. Con cada párrafo, adjetivo, sustantivo, creo una de partitura de palabras, a la que el lector decide o no unirse. Cuando así ocurre, se establece una especie de baile, en el cual el escritor no puede parar de escribir y el lector no puede dejar de leer. Es como un hechizo, un encantamiento.

¿Dejamos de leer un libro porque no nos hace bailar? La forma es muy importante. Si algo está disonante, se rompe el hechizo. Hay un océano de libros, así que no puedes establecer un compromiso cada vez que empiezas a leer uno. En mi caso, si un libro no me engancha en la quincuagésima página, adiós, dejo de leer. El tiempo es oro. 

¿Qué lee Ángela Becerra? Leo varios libros a la vez, pero nunca dos del mismo género. Salto de un ensayo a una novela y algo de poesía. Un poema es como un bombón: uno, lo saboreas, muchos, te empachan. Pero cuando escribo, no leo otra cosa que no sirva para ese libro. Solo se abre la veda cuando lo termino.

 

No encuentro el momento de finalizar esta entrevista, mis notas quieren saltar a la pista de baile, deseosas de encontrar tantas parejas como personas sientan la melodía que intento plasmar en ella. Bonito recurso añado a mi propia maleta de tesoros, sintiéndome a menudo escultora, disfruto modelando las palabras, cual barro húmedo, siento que de repente puedo convertirme en una compositora de orquesta. Gracias Ángela por este regalo. Yo sí que me acordaré de ti, si algún día dejas de escribir. 

 

 

El libro de Ángela, Algún día, hoy, cuya portada ha diseñado su hija Ángela Téllez, diseñadora gráfica y RRPP. 

 

 

  

En su casa, se percibe el mundo particular creado por la escritora, un universo repleto de arte, con una constante representación de la naturaleza, y de la imagen de la mujer, ya sea través de una escultura, un retrato, o una pintura. Otros fetiches incluyen ángeles y libros, en diferentes tamaños destaca un ejemplar XL del proyecto Génesis de Sebastiao Salgado.

Texto Judith Martínez // Fotografía Carlos Sánchez Pereyra

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