Álvaro Benejam, concejal y presidente del Partido Popular en el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès

Un gentleman en la política local

 

Aunque no haya heredado el talento artístico de su padre —un empresario del sector textil que encontraba en la pintura, la poesía y la música mucho más que una simple distracción—, Álvaro Benejam ha comenzado a dar sus primeros pasos en el mundo de la escultura. No es su única vía de escape: este abogado especializado en derecho mercantil y concursal también libera el estrés jugando al pádel con sus amigos.

Desde el primer minuto de conversación, destaca por su don de gentes. Su trato cercano y su discurso sereno invitan a charlar sin prisas. Y aunque evita los discursos doctrinarios, es inevitable que surjan temas de política, una responsabilidad que asume desde su cargo como concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès, donde también ejerce como presidente del grupo municipal.

Su tono nunca es combativo. Álvaro Benejam es demasiado correcto y educado para eso. Él es un gentleman de la política local. Y su porte aristocrático no pasa desapercibido en los pasillos de la casa consistorial.

 

 

En política la imagen es importante

Antes de que Álvaro pueda asentir, se adelanta Alfredo Bergua, miembro del equipo del Partido Popular de Sant Cugat y uno de sus mejores amigos—“él es el culpable de que yo esté en política”, apunta Álvaro con una sonrisa que nunca le abandona—. Nos acompaña junto a Estrella Salanova, concejala también del partido en el Ayuntamiento, mientras compartimos una charla distendida con Coca-Cola. —Según Alberto Fernández Díaz, a nadie mejor que a él le sientan las americanas —comenta Alfredo, con una sonrisa cómplice, mirando a Álvaro.

¿En qué medida esa elegancia tuya va más allá de saber llevar bien una americana? Creo que cuando uno sabe decir bien las cosas, todo cambia. El tono y las formas importan mucho. Hay que tener mano izquierda y no agredir con palabras a los que piensan distinto.

¿Por qué vives en Sant Cugat? Mi mujer es la culpable de ello.  Ella fue quien me convenció para venir a vivir aquí. Hoy no lo cambiaría. Tenía razón, aquí se vive bien.

Álvaro es de esas personas que dejan el ego fuera de la conversación, y eso llama la atención. Habla de su trayectoria sin atribuirse todo el mérito, reconociendo que su situación actual no es solo fruto de su esfuerzo, sino también del apoyo de quienes le rodean. Menciona con naturalidad a su entorno más cercano para justificar esa impresión de hombre equilibrado, capaz de ejercer como profesional, político y padre comprometido a la vez.

Gracias a mi mujer, puedo dedicarle tiempo a la política. Ella tomó la decisión de dejar su trabajo para dedicarse a nuestros hijos, Álvaro (17) y Alejo (15). Si no hubiera sido por eso, nada de esto habría sido posible.

Hablando de familia. ¿Cómo se transmiten los valores de padres a hijos?
Es cierto que hay unos valores que aprendes en casa, pero a mí nadie me ha dicho cómo tengo que pensar. Mi opinión me la he formado yo solo. Como padre, intento inculcar una manera de ser. Estoy obligado a darles buenos consejos y les animo a actuar de forma correcta.

De risa fácil, hablamos de música. Le gusta cantar a rienda suelta en sus trayectos a Barcelona, donde tiene su despacho, BMO Abogados. No hay estilo ni intérprete que se le resista: Elvis, Depeche Mode, Grave, Lennon…

—No canta nada bien —apunta Estrella, que recientemente ha descubierto su faceta de cantante frustrado durante un trayecto hacia un mitin del partido—. Y también es muy despistado —añade, dejando entrever algunos de sus puntos débiles.

 

 

¿Algún otro defecto, Álvaro? Tiendo a asumir cosas que no debería. Cuesta decir que no. A veces no me doy cuenta de que llego hasta donde llego. Quiero abarcar demasiado. Pero tengo inquietudes, tanto en lo personal como en lo profesional. También soy muy tozudo.

Eso no siempre es malo Escucho y valoro. Acepto otras opiniones y puedo rectificar, pero no me sirve cualquier razón. Y en cuestiones de principios, me cuesta cambiar mis ideales.

En cuanto a principios, ¿alguna defensa concreta? A los dieciocho años no tenía una opinión clara sobre el aborto, una cuestión que ahora defiendo. Me he dado cuenta de que es un problema social. Tengo una opinión totalmente fundada al respecto y por eso voy en contra. Mis convicciones están muy meditadas.

Hablando de respetar opiniones… ¿Qué sucedería si un hijo pensase distinto en este aspecto? En esta cuestión, tendría un posible problema de relación. Pero, acepto que soy padre en lo bueno y en lo malo. En los aciertos y en los errores.

En este momento, Álvaro se pone serio. Creo que es la única vez que su sonrisa desaparece de su rostro. Se nota que es un hombre de principios.

¿Te atreves a hablar de tus fortalezas? Soy alguien que no se desanima fácilmente. No me ahogo en un vaso de agua. A pesar de las dificultades, intento que no me lastren las cosas negativas. Cuando alguien me decepciona, paso página. Y soy sensible. Trato a los demás como me gustaría que me tratasen a mí. También soy inconformista con lo que no funciona. No cambiaría mi forma de ser.

Ahora empiezas a conectar con una actitud propia de quien está en la oposición. ¿En qué medida la política te ha cambiado? La vida lo ha hecho. Aunque he evolucionado, en general, he sido fiel a mí mismo. Creo que las circunstancias no me han cambiado ni me cambiarían en un futuro.

Recientemente habéis presentado la campaña «Recetas para vivir mejor en Sant Cugat». De todo el menú que ofrecéis ¿cuál es el plato que mejor dominas tú? Me gustan todos los temas de la ciudad, pero si tengo que escoger uno, me decanto por el urbanismo. Somos un equipo y nos repartimos el trabajo en función de lo que se nos da mejor.

¿Y en casa? ¿Te atreves con alguna receta? Sí, a veces cocino. Platos sencillos, como spaghetti carbonara —¡tengo la receta perfecta! —, un buen pescado al horno o, por supuesto, una barbacoa. Me gusta cocinar para que mi familia disfrute.

 

La receta de Álvaro Benejam

Spaghetti alla carbonara (para 4 personas)

 

 

— Ingredientes: 

400 g de spaghetti / 200 g de guanciale / 4 yemas de huevo + 1 huevo entero / 60 g de queso parmesano rallado / 60 g de queso pecorino romano rallado / sal (solo para cocer la pasta) / pimienta negra recién molida (al gusto)

— Preparación: 

  1. Corta el guanciale en tiras o cubos pequeños. Déjalo con su grasa: es esencial para la textura y el sabor de la salsa.
  2. Cuece la pasta en abundante agua con sal. Déjala al dente.
  3. Mientras, cocina el guanciale en una sartén sin aceite a fuego medio-bajo. Debe quedar dorado y crujiente, y soltar toda su grasa.
  4. Retíralo del fuego y reserva la grasa en la sartén.
  5. En un bol grande, bate las 4 yemas y el huevo entero junto con el parmesano, el pecorino y bastante pimienta negra hasta obtener una mezcla cremosa.
  6. Escurre los spaghetti, reservando un poco del agua de cocción (aproximadamente media taza).
  7. Con el fuego apagado o muy bajo, incorpora la pasta caliente a la sartén con la grasa del guanciale.
  8. Añade la mezcla de huevo y queso, y remueve rápidamente hasta que la salsa se vuelva cremosa. Si hace falta, añade un poco del agua de cocción para aligerar.
  9. Agrega el guanciale crujiente, mezcla bien y sirve inmediatamente, con un poco más de queso y pimienta por encima si lo deseas.

 

 

Urbanismo al dente: una receta sin nata para Sant Cugat

Una buena receta requiere reunir ingredientes de calidad. Para que la carbonara no se estropee, hace falta técnica, experiencia y respeto por la receta original. Lo mismo ocurre con la política urbanística que defiendo: sin improvisaciones, sin nata añadida. Una ciudad bien pensada es aquella que combina calidad de vida, fomento de las políticas de vivienda, respeto por el entorno y sostenibilidad. Calles bien mantenidas, movilidad lógica, vivienda accesible y zonas verdes bien integradas no deberían ser un lujo, sino el resultado de una planificación sensata.

 

 

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