22 Abr Cuatro años de soledad. Por Marc Martín, comunicador y creador de contenido especialista en motor.
Permítanme la licencia: Márquez es como Messi. Cuando Messi era Messi, quiero decir. Cuando Messi era el Messi que saliendo del banquillo y solo con poner un pie en el césped hacía que los once del equipo rival les entrara el canguelo. Así es Márquez. A pesar de los cuatro años de infierno que ha pasado, hoy Márquez sigue haciendo temblar el párpado de sus rivales con el simple hecho de estar en la parrilla. Solo por estar. Este Márquez, el que ha arrancado el campeonato del mundo de MotoGP de 2025 con pole y doble victoria en Tailandia -donde se proclamó campeón del mundo de la categoría reina por sexta vez, allá por 2019-, es mucho mejor que el de antes de su caída en el GP de España de 2020, el primero de aquel mundial de la pandemia. Un regreso precipitado, reconocido por el propio Márquez tiempo después, hizo que entrara en un bucle diabólico de operaciones, reoperaciones, intentos de regreso, recaídas… y hasta un momento de plantearse la retirada. Un renovado Márquez, que a su vez ha reciclado buena parte de su entorno, afronta la segunda parte de su vida deportiva con más ilusión que nunca. Tras prescindir de los servicios de su anterior representante, Emili Alzamora; trasladar su residencia habitual de Cervera a Madrid; y cambiar el equipo Repsol Honda con el que logró sus seis títulos mundiales de MotoGP por el equipo oficial de Ducati tras un breve paso de una temporada por el equipo Gresini Ducati, el cohete ilerdense ha iniciado un camino que puede llevarlo a igualar y, por qué no, superar los nueve títulos de Valentino Rossi.
Las palabras del vigente campeón, Francesco Bagnaia, tras no poder con Márquez en Tailandia 2025 fueron: “Marc ha jugado con nosotros”. Esa frase denota que ahora y por primera vez en mucho tiempo, seguramente desde los tiempos de Rossi cuando cambió de Honda a Yamaha, el hombre a batir no es el que lleva el número 1 en el carenado de su moto sino el que polariza las miradas. La sincera declaración de Bagnaia refuerza la teoría de que hoy por hoy Marc no corre contra los rivales sino contra él mismo. Solo él sabe dónde está su techo. Solo él tiene licencia para poner las reglas del juego. Pero solo él puede volver a toparse con su otro yo, el que le tendió una trampa casi fatal en 2020. En aquella ocasión la avaricia rompió el saco. Con una aguja de acero y una sangre fría descomunal, Marc ha estado cuatro años recosiendo cuerpo y mente. Y lo ha hecho solo. Con alguna ayuda, pero las lágrimas solo han salido de sus ojos. Y aquí está. Esto es el retorno del rey. Y lo saben.
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