Elisabeth Serra, fotógrafa especializada en retratos femeninos

“Mis modelos y yo somos una”

 

 

Uno de los sueños que toda mujer debería perseguir consiste en algo tan terrenal como disponer de un buen reportaje fotográfico. Sin embargo, para materializar algo que debería estar al alcance de la mayoría, hace falta un ingrediente fundamental:  la conexión entre fotógrafo y modelo. Para ello, hay que especializarse, como lo ha hecho Elisabeth Serra, la niña tímida que correteaba con una Kodak detrás de sus primas, a quienes peinaba, maquillaba, y adornaba sus cabellos con flores, hoy convertida en una fotógrafa de renombre entre las representantes de la alta sociedad de Barcelona.

Su sensibilidad, unida a un amplio bagaje como fotógrafa de interiores que la llevó a viajar por Turquí, Grecia, las islas del Caribe, Londres y Dubái, donde descubrió la magia de capturar la luz natural de los espacios, además de editora, redactora y fotógrafa de la revista del Club de Golf Vallromanes durante siete largos años, y colaboradora de la revista local Acelobert, ha ido perfilando a la profesional en la que se ha convertido. Pero fue quizá una colaboración con la joyera Esperanza Rabat, para quien realizó un total de veintinueve retratos de una serie de señoras de alto poder adquisitivo embellecidas con las joyas de la marca, que marcó un antes y un después en su carrera. Ahí se dio cuenta de que la mayoría de mujeres sienten muchas inseguridades al enfrentarse a una cámara, cuando pueden llegar a ser modelos perfectas. “Veo la belleza en cada una de ellas”, asegura. El reto consiste en lograr su confianza. Solo entonces empieza la fantasía:  ambas se relajan, surge la conexión, y empieza la diversión.

Especializada en posados, Elisabeth dirige a sus clientes con la empatía que la caracteriza en su propio estudio, único en la ciudad, está situado en el sótano de su casa bañado en luz natural, con salida a un pequeño jardín, donde dispone de todas las comodidades, desde una cabaña repleta de ropa y accesorios, a la que se le suma su propio armario particular, hasta los distintos ambientes con su atrezzo y una zona de maquillaje y peluquería. Un clima que favorece la relajación necesaria para que la fotógrafa se reencuentre con su niñez, conectando con su verdadero yo, momento en que las modelos pasan de ser clientas a mejores amigas. “Nos convertimos en una sola persona”, matiza. Fruto de esta simbiosis, el resultado habla por sí solo, como el autorretrato que acompaña este texto, en el que Elisabeth se muestra tal como es, natural, bella y elegante. Porque en el acto de generosidad con el que se entrega en cada una de sus sesiones en las que el tiempo se para, ella consigue transformar a sus fotografiadas, fortaleciendo su autoestima hasta empoderarlas más allá del visor de su cámara. Una ilusión que no tiene precio.

 

 

Elisabeth Serra

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